Las inversiones requeridas para revertir los volúmenes de emisión de gases invernadero, pertenecen a la categoría de las llamadas inversiones verdes. Las mismas se estima serán del orden de 2,4 billones de dólares anuales sólo en los países emergentes para el año 2030, cantidad que está muy por encima de las capacidades económicas de las naciones involucradas en este problema.
En la actualidad, las inversiones verdes son financiadas por el sector privado de una manera muy desigual entre los países de alto crecimiento con un 81 por ciento de participación, y los emergentes donde escasamente llegan al 14 por ciento.
¿De dónde saldrá entonces todo ese dinero requerido en el tercer mundo? Del sector privado que requiere que el costo de capital imputado a estas inversiones sea sustancialmente inferior al que se asigna en estos momentos.
Una vía para lograr reducciones en el costo de capital es crear una agencia conjunta de los bancos multilaterales de desarrollo y el FMI para ofrecer garantías en moneda extranjera que reducirían la exposición cambiaria de los inversionistas lo que permitiría reducir las tasas de retornos exigidas a los proyectos haciéndolos más atractivos.
Aunque parezca obvio, es necesario recordar que la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero es un esfuerzo planetario, donde no basta que se cubran las cuotas individuales por países porque el impacto de la contaminación ambiental no conoce fronteras.
En los últimos 270 años, Europa y América del Norte han generado más del 70 por ciento de los gases de efecto invernadero, mientras en la actualidad el 63 por ciento de las emisiones provienen de los países en vías de desarrollo.
Las inversiones requeridas para revertir los volúmenes de emisión de gases invernadero, pertenecen a la categoría de las llamadas inversiones verdes. Las mismas se estima serán del orden de 2,4 billones de dólares anuales sólo en los países emergentes para el año 2030, cantidad que está muy por encima de las capacidades económicas de las naciones involucradas en este problema.
En la actualidad, las inversiones verdes son financiadas por el sector privado de una manera muy desigual entre los países de alto crecimiento, con un 81 por ciento de participación, y los emergentes donde escasamente llegan al 14 por ciento.
¿De dónde saldrá entonces todo el dinero requerido en el tercer mundo? Una posible respuesta a esta pregunta la ofrece Avinash Persaud en un papel de trabajo titulado “Unblocáing the green transformation in developing countries with a partial foreign exchange guarantee”.
En esta publicación el autor estima que el gasto destinado a ayudas para financiar las inversiones es inferior al diez por ciento del monto total requerido. Por lo que es necesario que el sector privado financie todos aquellos proyectos que sean económicamente rentables, y que totalizan alrededor del 60 por ciento de las inversiones requeridas, dejando el resto a los gobiernos nacionales.
Sin embargo, estas inversiones requieren que el costo de capital imputado a estos proyectos sea sustancialmente inferior al que se asigna en estos momentos. El alto costo de capital se debe en buena medida a las condiciones macroeconómicas vigentes en los países anfitriones de tales inversiones, en particular a las vinculadas con la inestabilidad cambiaria y los riesgos de incumplimiento de pago de las deudas soberanas en moneda dura.
El papel de trabajo ya mencionado hace un estimado del costo de cubrir el riesgo en moneda extranjera, que se calcula como la diferencia entre las tasas forward (mercado a futuro) y spot (mercado actual). Tal cálculo sirve para medir qué porcentaje del costo de capital de los proyectos es atribuible a la inestabilidad cambiaria.
El autor encuentra que los inversionistas muestran una excesiva aversión al riesgo cuando operan en mercados de los que tienen poco conocimiento, por lo que cobran una prima de cobertura cambiaria que resulta excesiva cuando se compara con las fluctuaciones cambiarias que efectivamente suceden. Si hubiese un mecanismo para moderar dicha cobertura cambiaria el costo de capital se reduciría sustancialmente.
De allí que la propuesta del profesor Persaud es crear una agencia conjunta de los bancos multilaterales de desarrollo y el FMI para ofrecer garantías en moneda extranjera.
Los bancos multilaterales de desarrollo presentan proyectos a esta agencia garante de riesgo cambiario, dándo prioridad a los que tengan mayor impacto positivo en temas ambientales. Estas coberturas se emitirían cuando el riesgo cambiario cruzase un umbral fijado por el promedio de las fluctuaciones cambiarias de los tres últimos años y se mantendría hasta que estas fluctuaciones vuelvan a niveles admisibles.
En definitiva, el autor sostiene que no habrá inversiones verdes del sector privado en países en vías de desarrollo sino se implantan mecanismos novedosos para atenuar el impacto negativo de las fluctuaciones macroeconómicas en el costo de capital de los potenciales inversionistas.
Los arreglos institucionales requeridos para poner en funcionamiento estas agencias de cobertura de riesgo cambiario requieren de aportes de capital del FMI y los bancos multilaterales de desarrollo en un contexto donde son muchas las iniciativas que compiten por estos recursos. Veremos qué prioridad se dará a las inversiones verdes.
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