¿Por qué la pandemia ha generado un rechazo importante a los programas corporativos de recompra de acciones? ¿Tiene sentido prohibir dichos programas? En esta columna se dan respuesta a ambas preguntas.
El profesor Nassim Nicholas Taleb se hizo mundialmente famoso por señalar las limitaciones de la estadística como campo del conocimiento al no poder predecir el riesgo de eventos raros.
Para hacer más digerible esta idea a una audiencia general, el profesor Taleb acuñó la conocidísima imagen de cisne negro, la cual destaca no sólo la impredictibilidad de los eventos, sino también el alto costo de desarrollar planes de cobertura contra algo que no tiene forma definida, fecha de ocurrencia conocida o al menos estimable y mucho menos un impacto económico medible.
¿Cómo enfrenta la sociedad a los cisnes negros?, simplemente ignorándolos y reaccionando a ellos cuando suceden, incurriendo en altísimos costos de todo tipo. Por supuesto, una vez sucedido el siniestro, los mea culpa y la exhortación a extraer lecciones no se hacen esperar, y esto es precisamente lo que está ocurriendiendo en este momento en las grandes economías del mundo, donde se critica duramente a muchas empresas de oferta pública por no haber creado fondos de seguridad que les hubiesen permitido sortear los primeros meses de la pandemia sin tener que solicitar el sacrificio de empleados, proveedores y la ayuda de los gobiernos nacionales, es decir la de los contribuyentes.
En este contexto de crítica colectiva, han surgido un grupo de congresistas demócratas en EE.UU., que piden que se prohíban los programas de recompra de acciones pues son mecanismos que en aras de mejorar oportunisticamente la rentabilidad de los accionistas, privan a las empresas de recursos valiosos que podrían usarse para fortalecerlas patrimonialmente y hacerlas más resilientes frente a lo desconocido.
En el caso de la recompra de acciones se destaca el hecho de que en los últimos tres años las empresas pertenecientes al S&P 500 destinaron 2 billones de dólares a tal fin, siendo esta, a juicio de los expertos, una de la principales causas del mercado accionario alcista que mató el COVID-19. Las líneas aéreas, en particular, destinaron prácticamente todo su flujo de caja libre de la última década a estos programas.
Para muchos el abuso en la repartición de beneficios por la vía de la recompra de acciones se debe al cortoplacismo que es uno de los grandes males de las empresas de oferta pública, que para responder a las exigencias de los inversionistas institucionales se valen de todos los mecanismos a su alcance sacrificando entre otros a las inversiones en investigación y desarrollo.
Es importante en estas discusiones no olvidar que los programas de recompra de acciones, al reducir el volumen de recursos disponibles, tienen la función de evitar que los gerentes inviertan en proyectos destructores de valor que les benefician personalmente a expensas de los accionistas.
Ademas, no existen claras evidencias, contrario a lo que muchos suponen, que haya habido una merma en la cantidad de dinero que las grandes corporaciones estadounidenses destinan a investigación y desarrollo; aunque que tales inversiones se han canalizado principalmente hacia las nuevas tecnologías, debido a que las empresas de ese sector tienen excedentes propios y acceso a abundante capital de riesgo.
La creación de una reserva corporativa de efectivo para capear los malos tiempos, pertenece a ese grupo de ideas que en una primera aproximación lucen atractivas, pero que en la práctica no prosperan porque no hay los incentivos para hacerlas realidad. Para empezar: ¿cómo se estima el nivel de reservas necesario para enfrenta un cisne negro?,¿cómo se luchará contra las tentaciones de gastar tales reservas cuando dentro de muchos años la última pandemia no sea más que un borroso recuerdo?
Cuando el profesor Taleb se refería a la imposibilidad de cubrirse contra la destrucción causada por la aparición de un cisne negro, se refería precisamente a la dificultad de provisionar recursos para enfrentarse a una especie de quimera, sin rostro y sin forma.
La pertinencia de los programas de recompra de acciones es un tema complejo donde abundan conflictos de agencia entre gerentes y accionistas; entre quienes conocen a fondo las corporaciones y quiénes no. Es importante que las urgencias de una crisis no obliguen a los reguladores a eliminar un mecanismo de redistribución de recursos que en balance podría ser más beneficioso que perjudicial.
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