Caricatura de 1904 sobre la Standard Oil, petrolera estadounidense que monopolizó el sector, representada en un pulpo que controla actores de otras industrias, el congreso y un último tentáculo dirigiéndose a la Casa Blanca.
Breve Introducción
Desde hace un siglo, el petróleo ha sido la principal fuente de energía de nuestra sociedad. También llamado por muchos “el oro negro” o según Juan Pablo Pérez Alfonzo, Ministro de Petróleo de Venezuela y fundador de la OPEP a principios de la década de 1960, “el excremento del diablo”, se convirtió en el combustible fundamental del desarrollo económico a partir de la invención del motor de combustión, que impulsó la industria automotriz cambiando masivamente la manera en que nos transportamos y vivimos. Hoy en día, sus productos derivados están presentes en todos los aspectos de nuestra vida, desde la gasolina de los autos, pasando por la electricidad de nuestros hogares, hasta el plástico, entre muchos otros.
Al ser un recurso no renovable y una materia prima fundamental, el petróleo tiene una importancia gigante no sólo en la economía, sino también en la política, es por eso que la actual coyuntura de guerra de precios se debe analizar desde la lupa de la economía política. Sobre esto, el profesor Francisco Monaldi refiere que el hecho de que los productos del sector hidrocarburos sean consumidos ampliamente, hace que los consumidores presionen a los gobiernos y establezcan regulaciones que favorezcan determinados grupos de interés, así como convierten también al petróleo en un asunto altamente politizado (Monaldi, 2010). Winston Churchill, uno de los políticos más destacados de la historia, lo advirtió desde antes de la primera guerra mundial, en 1912 siendo jefe de la Royal Navy (Marina Real de Reino Unido), decidió y convenció al parlamento de cambiar los motores de la armada inglesa de carbón proveniente de un origen seguro como Gales, por petróleo de la lejana Persia (hoy Irán), ya que eran más rápidos y necesitaban menos hombres para lidiar con el combustible, el resto es historia.
Antecedentes de la guerra de precios
Las causas de la actual guerra de precios entre Arabia Saudita y Rusia se remontan a comienzos de año. Los primeros días de enero, uno de los principales marcadores de referencia como es el barril de Brent, cotizaba cercano a los 70 dólares y todo parecía marchar bien, pero entonces comenzaron a desatarse acontecimientos impensables, empezando por el cierre de ciudades enteras por parte del gobierno de China, tratando de controlar la propagación del ya mundialmente famoso coronavirus. Este “Cisne Negro”, como bautizó el investigador Nassim Taleb a sucesos inesperados y de altísimo impacto, generó una fuerte disminución en la demanda de crudo en China, produciendo una caída de más del 20% en el precio del barril y precipitando una reunión de emergencia de la OPEP+ (OPEP y sus aliados), siendo Arabia Saudita y Rusia los líderes naturales, al ser los mayores productores dentro de una alianza que producía más de la mitad del crudo a nivel mundial.
La reunión de OPEP+ se llevó a cabo el 6 de marzo en su sede en Viena, el príncipe Abdulaziz bin Salman, Ministro de Energía de Arabia Saudita, le propuso a su par ruso, Alexander Novak, un recorte conjunto de 1,5 millones de barriles diarios para reducir la oferta, equilibrar nuevamente el mercado y contener la caída del precio, pero esta propuesta al parecer distaba mucho de las pretensiones de Moscú y el encuentro terminó sin acuerdos. Luego de la reunión, Novak declaró que a partir del primero de abril cada país de la OPEP+ era libre de decidir su cuota de producción; sin saberlo o tal vez consciente de ello, estaba desatando una guerra de precios.
Explosión de la guerra y Lunes Negro
Por medio de su estatal petrolera Aramco, la empresa más valiosa del mundo, Arabia Saudita anunció que iba a aumentar su producción un 25%, para llegar a unos 12,3 millones de barriles diarios y ofreciendo grandes descuentos a clientes en mercados estratégicos para Rusia. Kremlin respondió con que podría sumar 500 mil barriles en el mediano plazo para llegar a cerca de 11,5 millones por día. El resultado fue un desastre, la guerra de precios y los efectos del coronavirus en la economía mundial hicieron del lunes 9 de marzo un día histórico, el Brent se derrumbó 24% hasta casi 30 dólares. La caída fue similar en otro de los principales benchmark prices o precios de referencia del barril de petróleo, el West Texas Intermediate (WTI) cayó cerca de 30%, algo inédito desde la Guerra del Golfo de 1991. Estos hechos, sumados a las grandes caídas de las bolsas a nivel mundial, bautizaron este día como el “Black Monday 2020” o Lunes Negro.
Precio del barril Brent en los últimos 30 años
Fuente: TradingView
A medida que han transcurrido los días, los efectos del coronavirus a nivel mundial se han incrementado exponencialmente. A pesar del comienzo de una reactivación económica en China, el resto del mundo continúa prácticamente cerrado. La Agencia Internacional de Energía estima que se pueden perder hasta 20 millones de barriles diarios de demanda de petróleo este año, representando cerca del 20% del consumo mundial, lo cual, combinado con el aumento de la producción, es una mezcla explosiva, un shock de oferta y demanda simultáneo que ha hecho que los precios sigan cayendo; al cierre de marzo el Brent cotizaba alrededor de 25 dólares.
La Economía Política detrás de la guerra de precios
Con una fuerte caída en la demanda, pareciera que no había incentivos económicos para que Rusia rechazara la propuesta de Arabia Saudita, rompiera la alianza y desencadenara sus consecuencias. Pero como mencioné al principio, esto no se trata de un problema netamente económico, sino que intervienen también los intereses políticos que trataré de describir a continuación.
Los intereses políticos de Rusia probablemente son un contraataque a las sanciones estadounidenses sobre su gasoducto Nord Stream 2 que conecta con Europa y Rosneft Trading en Venezuela, los rusos quieren acabar con la fuerte expansión de la industria petrolera norteamericana basada en el “shale oil” o petróleo de esquisto, que les quita cuota de mercado y ha llevado nuevamente a Estados Unidos a ser energéticamente independiente y el principal productor de petróleo del mundo luego de décadas, actualmente con un récord de 13 millones de barriles por día. La estrategia de Putin se basa en hacer inviables a los productores de esquisto ubicados principalmente en Texas, quienes tienen altos costos por la extracción mediante “fracking”, los cuales basaron sus presupuestos de capital para 2020 a 50 dólares el barril en promedio, por lo que en el corto plazo reducirán drásticamente la inversión de capital a los niveles de precios actuales, pero si estos se mantienen bajos en el mediano plazo (unos 6 meses más), harían producir a pérdida y poner en serio riesgo a este sector, que además está altamente apalancado.
Lógicamente Rusia también pierde mucho dinero en este conflicto, la mitad de sus exportaciones y el 40% de sus ingresos públicos provienen del petróleo y sus derivados, pero de los actores involucrados, es tal vez el que tiene mayor capacidad de resistencia. De acuerdo a Bloomberg, su costo de extracción por barril es de apenas $4 y sus costos totales cercanos a $20 en promedio. Adicionalmente, los rusos tienen un sistema fiscal y cambiario flexible, que facilita las condiciones financieras a su industria cuando los precios caen, como ahora.
Costos promedios operativos y fiscales de un barril de petróleo convencional
(excluye Shale Oil)
Fuente: Rystad Energy (tomado del Prof. Igor Hernández)
Rusia tiene años preparándose para este momento, han aumentado a más de 500 mil millones de dólares sus reservas, y debido a las sanciones internacionales disminuyeron su dependencia del exterior. A pesar de que su presupuesto se equilibra con un precio de petróleo a $42 el barril, el Ministro de Finanzas Anton Siluanov dijo que con las mencionadas reservas, podrían aguantar entre 6 y 10 años con los actuales precios.
Arabia Saudita en cambio, que si bien tiene el menor costo de extracción por barril del mundo, unos 3 dólares, es mucho más dependiente del petróleo y su presupuesto se equilibra a un altísimo precio de $83 el barril, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Además, se han venido endeudando mientras que sus reservas disminuyen, aunque también están alrededor de los $500 mil millones. Parece que su riesgosa estrategia de aumento de oferta y grandes descuentos, tenía también un objetivo político y no económico, presionar a Rusia para que se volviera a sentar en la mesa de negociación, pero sin que esto suceda, aprovechan para monetizar aceleradamente sus enormes reservas de petróleo, las segundas más grandes del mundo después de Venezuela, mientras encarecen y frenan el desarrollo de energías renovables; asumiendo los riesgos señalados anteriormente.
Precios del petróleo necesarios para balancear el presupuesto nacional, por país
Fuente: Financial Times
Graves consecuencias de la guerra de precios en algunos países latinoamericanos
En general, todos los países latinoamericanos productores van a sufrir si siguen estos precios, incluyendo los que menos protagonismo tienen como Argentina, cuyo principal proyecto de explotación de “shale oil” en Vaca Muerta se hace inviable. Lógicamente, mientras más dependiente a la exportación de petróleo sea el país, más le va a perjudicar los actuales precios.
La producción de Latinoamérica está por encima de los 7 millones de barriles, de los cuales al menos la mitad pueden estar por debajo de sus costos; según estimaciones de Reuters, sólo el costo de extracción (sin transporte, impuesto, entre otros) está cercano a los $13 en promedio.
Costos de extracción vs precios en Latinoamérica, según un análisis de Reuters publicado el 24 de marzo del 2020
Fuente: Reuters
Los precios han continuado a la baja, uno de los precios referencias de la región, el barril Maya mexicano, cerraba marzo en menos de $10; el Merey venezolano, venía cotizando muy por debajo de ese precio por los descuentos que debe ofrecer la sancionada PDVSA para que la contraparte asuma el riesgo de comprarle.
El caso más preocupante es el de Venezuela, la industria petrolera del país ya estaba en una situación delicada, al cierre de febrero apenas producía unos 800 mil barriles (muy lejos de los más de 3 millones que llego a producir hace 20 años), pero que aún generaban ingresos al gobierno de Nicolás Maduro, en contra de lo que se piensa, utilizados para el programa “CLAP”, con el que subsidia a una gran parte de la población que depende directamente de esto para alimentarse. Con los actuales precios, Maduro ha reconocido que la estatal PDVSA está produciendo por debajo de sus costos, lo que significa que se acabarán las pocas ganancias y, por ende, muchos de los alimentos subsidiados.
Adicionalmente, el colapso de la industria ha creado un serio desabastecimiento interno de combustible y a pesar de que hay la infraestructura para producir gasolina suficiente e incluso exportarla, parece no haber dinero para reparar dicha infraestructura que funciona a mínimos históricos por falta de mantenimiento e inversión durante años; mientras tanto el déficit se venía cubriendo con importaciones provenientes de la venta de petróleo que si bien eran insuficientes, ahora también se complican. Todo esto, en plena crisis del coronavirus con nuevas acusaciones y presiones políticas desde Estados Unidos, está generando una tormenta perfecta que el gobierno no tenía en su presupuesto y pueden cambiar el nuevo equilibrio social que había logrado establecer en el país.
Conclusiones
Desde hace 100 años, el petróleo ha moldeado la economía política de nuestra sociedad y lo más probable es que lo siga haciendo en los próximos años e incluso décadas. La situación excepcional creada por el coronavirus en la industria petrolera, que desencadenó la guerra de precios, va a generar cambios importantes en la economía y la política que eran totalmente inesperados cuando celebramos el año nuevo. Habrá ganadores y perdedores en el camino.
Si la oferta y demanda se mantienen en los niveles actuales por mucho tiempo, seguirán los precios bajos, se reducirán inversiones, se acumularán inventarios y finalmente, quebrarán muchas empresas y muchos países petroleros podrían verse comprometidos desde el punto de vista fiscal. Lo más probable es que pronto haya nuevos acuerdos y alianzas entre los principales actores del sector, estos precios en el largo plazo son perjudiciales para todos y tienen importantes incentivos políticos para negociar, de lo contrario el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán no podrá darle viabilidad a su plan “Visión 2030” para diversificar el país y no depender del petróleo, Putin puede poner en riesgo una reforma constitucional que parece tener asegurada para permanecer en el poder, y por último pero no menos importante, Trump se podría jugar su reelección. Mientras fluyan los petrodólares, todo el mundo va a estar más tranquilo.
Al finalizar esta coyuntura, los que mejor hayan manejado la economía política de la crisis, sobre todo actuando rápido pero pensando en el largo plazo, van a liderar un mundo que nunca será igual al que teníamos antes de la pandemia. Si hay cooperación mundial, la humanidad saldrá mejor parada como dice el historiador Yuval Noah Harari, aunque hasta ahora ocurra lo contrario.
“En el marco de instituciones débiles, cualquier episodio de inestabilidad económica o política puede inducir a que los políticos tengan altas tasas de descuento, es decir, que estén dispuestos a sacrificar altos beneficios políticos en el futuro para obtener alguna ganancia en el corto plazo.” (Monaldi, 2010, pág. 8)
Marcos Capote Consultor Senior en KPMG
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