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Arca Análisis Económico

La Guerra de las Monedas

Actualizado: 20 jun 2021


Una perspectiva de un entorno multimonedas y multimedios de pago en Venezuela.

En un mundo donde la carrera por sustituir el dinero físico por el dinero digital parece ir cada vez a mayor velocidad, muchos países se jactan del nivel de sofisticación de los medios de pago disponibles en sus economías. Aun cuando el uso de monedas y billetes es todavía muy popular en países como Estados Unidos, Alemania y Japón, hay naciones como Noruega y China donde es posible pagar usando desde un simple mensaje de texto, hasta un código QR.


Sin embargo, la evolución de los medios de pago no es un asunto exclusivo de las grandes economías, es algo que tiene más que ver con la naturaleza de los problemas que experimentan los agentes económicos cuando realizan una transacción. Son las necesidades de las personas las que demandan que ocurran los cambios en los medios de pago, y son los costos, la estabilidad, la comodidad y la confianza inherentes a ese medio de pago lo que va a garantizar su supervivencia en el futuro.


Hay un país del mundo occidental donde la vida y los negocios van a otro ritmo, como si se estuvieran llevando a cabo en una galaxia muy, muy lejana. En Venezuela, a pesar de que el año 2019 transcurrió con una agitada agenda social y política, éste podría quedar grabado en la memoria de los venezolanos como el año en que se dolarizó la economía. La dolarización de facto de la economía es la respuesta de los agentes económicos que operan en Venezuela a un entorno en el que transar con bolívares es cada vez más difícil y costoso.


Si bien es cierto que el efecto de este fenómeno inició acotado a un segmento particular de la población, la velocidad con la que se difundió el uso del dólar para transar localmente ha sorprendido a más de uno y nos lleva a preguntarnos qué tanto más puede permear o extenderse el uso de las divisas para transar y qué cambios tendrán que suscitarse en el sistema de medios de pago para que ese uso sea sostenible y sirva de plataforma para mantener cierto nivel de comercio y consumo en el país.


En medio de las restricciones para acceder a las divisas en Venezuela ¿cómo llegamos hasta aquí?

Son tantas las cosas que pasaron para hacer posible que la situación de los medios de pago en el país evolucionara hasta convertirse en lo que es hoy, que recordar todos los eventos relacionados con esta historia puede ser abrumador. Nosotros hemos decidido contar dicha historia basándonos en hitos o eventos que representaron un punto de inflexión en el turbulento entorno venezolano y a efectos meramente ilustrativos hemos vinculado cada uno de estos hitos con episodios de la famosa saga de la Guerra de las Galaxias, pues estamos convencidos de que lo que pasa en la nación suramericana definitivamente es de otro planeta.


Venezuela es un país con un largo historial de desequilibrios macroeconómicos, que pasó años viviendo bajo la amenaza de la hiperinflación, sin embargo, es posible hacer un recuento de cómo y a causa de qué ha cambiado el uso de los distintos medios de pago en el país –efectivo, tarjetas de débito, tarjetas de crédito y transferencias bancarias electrónicas, todos denominados en bolívares–. Tal vez la que se puede considerar como uno de los antecedentes más relevante para nuestra situación actual es la crisis de efectivo de diciembre de 2016, cuando el gobierno venezolano vinculó el contrabando de billetes de 100 bolívares con las fluctuaciones del tipo de cambio, por lo que se decidió sacarlos de circulación e invalidar su uso como medio de pago en un lapso de 3 días.


En medio de la desesperación, los venezolanos intentaron deshacerse de los billetes de 100 como si se tratara de los clones de Jango Fett en la Guerra de las Galaxias, por lo que nosotros llamamos este episodio el ataque del billete de 100. Como indica el gráfico 1, el valor de las transacciones en bolívares en efectivo cayó vertiginosamente ese mes. Aunque la controversial medida fue prorrogada en repetidas ocasiones e incluso se incorporó progresivamente una nueva familia de billetes, el valor de las transacciones en bolívares en efectivo siguió fluctuando con tendencia hacia la baja gracias al efecto corrosivo de lo que resultó ser una espiral hiperinflacionaria que se desató en noviembre de 2017, convirtiendo en realidad lo que fue una amenaza por muchos años y dando inicio a la venganza de la hiperinflación.

La creciente pérdida del poder adquisitivo de los billetes creó la necesidad de que en agosto de 2018 se introdujera el Bolívar Soberano, un nuevo cono monetario adjunto a la esperanza de la reconversión que eliminó 5 ceros a la moneda. Como parte de una política conjunta se emitió el nuevo Convenio Cambiario N° 1, un documento oficial donde por primera vez en muchos años se hace referencia a la “libre convertibilidad de la moneda”, y a través del cual se deroga la ley de ilícitos cambiarios y se flexibiliza el control cambiario vigente desde 2003, que funcionaba sobre la base de 39 convenios cambiarios previos. Sin embargo, el panorama no mejoró y la crisis de efectivo que se agudizó durante el período 2017 - 2018 se acentúo de tal forma que en algunos casos los bienes y servicios empezaron a tener precios diferenciados dependiendo del medio de pago empleado por el comprador, siendo la compra en efectivo la que permitía acceder a los productos a un menor costo.


Los problemas con la disponibilidad de efectivo que se hicieron evidentes en diciembre de 2016 provocaron un auge en las transacciones que involucran canales de pago electrónicos, tal como podemos apreciar en el gráfico 2. En la medida en que el proceso hiperinflacionario seguía engullendo la capacidad de compra de los bolívares en general, y de los billetes en particular, se volvió común utilizar puntos de pago o transferencias para pagar operaciones cuyo valor era cada vez más bajo, generando así una atomización de las transacciones que llegó al extremo de que la simple compra de un refresco ameritaba pasar una tarjeta por un punto venta.

La disponibilidad de los puntos de venta mitigaba el efecto negativo de la crisis de efectivo sobre los consumidores, pero creaba un problema nada despreciable para los comercios, pues la liquidación de los fondos percibidos a través de un punto de venta no es inmediata, lo cual en un entorno de hiperinflación y depreciación acelerada hace que para el comercio sea más costoso el uso del punto de venta.


Estas condiciones se agravaron hasta generar un mercado de compra y venta de bolívares en efectivo -que eran intercambiados con primas por encima de su valor nominal-, mientras la necesidad de puntos de venta por parte de los comercios parecía seguir aumentando, pues el número de transacciones de pago por medio de canales electrónicos (que también incluye la web) crecía a un ritmo acelerado, llegando a registrar un incremento de 50% interanual en mayo de 2018, tal como indica el gráfico 3. Asimismo, podemos observar la desaceleración de la tendencia a partir de junio de 2018, y como finalmente en octubre de ese mismo año el número de transacciones fue menor al registrado 12 meses antes. Por primera vez, el número de transacciones por canales de pago bancarios crecía a tasas negativas, es decir los venezolanos estaban dejando de usar los bolívares para transar.

Sin embargo, como demuestra el gráfico 4, el crecimiento del número de puntos de venta disponibles en comercios se estancó entre 2016 y 2018, dado que la oferta cubierta por las entidades bancarias quedó claramente rezagada, principalmente debido a los altos costos marginales de proveer y mantener este tipo de dispositivos. Estas fricciones permitieron la entrada de nuevos grupos de actores al mercado de los medios de pago. Por un lado, tenemos a los proveedores no bancarios de puntos de ventas y por el otro lado a las empresas fintech locales, entre las que destacan principalmente los proveedores de billeteras electrónicas. El gráfico 4 refleja el aumento de puntos de venta en comercios, gracias a la aparición de estos actores.

Hoy en día tanto los proveedores no bancarios de puntos de venta como las fintech que desarrollan medios de pago compiten con el pago móvil interbancario, una solución que el regulador bancario venezolano y los bancos locales idearon con la intención de mitigar el efecto de la crisis de efectivo, pero que terminó atendiendo también la necesidad de que la liquidación de las transferencias sea inmediata, lo que lo hace ideal no solamente para llevar a cabo pagos en comercios, sino también para comprar y vender divisas.


A pesar de esto el bolívar sobrevivía “soberano” en Venezuela, un país donde la crisis de efectivo nunca se superó, pero la disponibilidad de otros canales de pago permitía transar en bolívares con relativa facilidad. Dos cambios en el manejo de la política monetaria y cambiaria son, en nuestra opinión, la clave para entender los acontecimientos del año 2019: en el frente monetario, las modificaciones en la política de encaje legal que se hizo particularmente restrictiva a partir de enero de 2019, a lo que hemos llamado el encaje contraataca (Cuadro 1), y en el frente cambiario, el cierre de la brecha entre el tipo de cambio reconocido por el BCV y el tipo de cambio paralelo, que para nosotros es el retorno del tipo de cambio oficial, un evento de febrero de 2019.

Estos dos elementos reordenaron el mercado cambiario debido a que generaron escasez de bolívares, logrando desacelerar la hiperinflación y la depreciación del bolívar frente al dólar a costa de acabar con el crédito al consumo que proveía la banca en su función de intermediación. Un efecto colateral de estas medidas incluye la reactivación de la demanda de productos importados, que no habría sido del todo posible sin que existieran las exenciones arancelarias que volvieron a hacer de la importación un negocio atractivo, lo que decantó en la aparición de los bodegones y provocó que poco a poco la población le fuera perdiendo el miedo a hablar de dólares en su día a día. En el gráfico 5 se observa cómo en la Venezuela de hoy financiar el consumo en bolívares a través de tarjetas de crédito implica llevar a cabo una transacción por tan solo USD 1,3.

Para comprender las implicaciones que esto tuvo, vale la pena considerar el postulado de la Ley de Gresham, que podemos entender a través del siguiente ejercicio: parece cuesta arriba estimar la cantidad de dólares disponibles en la economía venezolana antes de 2019, pero podríamos decir sin temor a equivocarnos que esa cantidad era distinta de cero ¿por qué no los veíamos, entonces?, ¿dónde estaban? Según la Ley de Gresham, cuando en una economía pueden circular dos monedas, una que es percibida como buena y otra que es percibida como mala, el público tiende a sacar de circulación la buena para atesorarla (es decir, usarla como reserva de valor) y se limita a usar la mala para fines transaccionales.


En Venezuela hacía un tiempo que ya era legal y común fijar el precio de ciertas transacciones en dólares americanos (contrataciones, compra y venta de vehículos, alquiler o venta de bienes inmuebles, empresas, etc). Pero estas no son transacciones cotidianas ¿cuándo empieza a usarse el dólar como medio de cambio y unidad de cuenta de forma recurrente? Para nosotros el punto de inflexión se ubica en marzo de 2019, cuando un apagón nacional de casi una semana paralizó al país, dejando a los venezolanos desprovistos de los requerimientos básicos para efectuar sus pagos en bolívares: computadoras, celulares, y servicios de electricidad y de telecomunicaciones que habilitaran el uso de internet.


Fue entonces cuando empezaron a popularizarse las transacciones con dólares en efectivo, y en cuestión de meses la pregunta ¿acepta pago móvil? fue sustituida por ¿a cuánto acepta el dólar hoy?, lo que constituyó el despertar del cash. Adicionalmente, a partir de mayo de 2019 el BCV asumió un rol más proactivo en el mercado cambiario, ofreciendo euros en efectivo a través de las mesas de cambio operadas por los bancos del sistema financiero ejecutando así las últimas intervenciones cambiarias, lo que también ha contribuido a contener el tipo de cambio y a seguir estimulando la demanda de productos importados. Es hora de hacernos la pregunta clave que constituye el argumento principal de este artículo: Si el uso de los medios electrónicos para pagar en bolívares está creciendo a tasas negativas desde octubre de 2018 ¿cómo y con qué están pagando los venezolanos el consumo de los productos locales y los importados que siguen llegando al país?


Dólares y euros en efectivo, wire transfers, Zelle, Paypal, criptomonedas, todas las opciones circulan incrementando poco a poco su importancia relativa sobre el total de transacciones; esto es por ahora el último capítulo de la saga: el ascenso de las divisas y las criptomonedas. La era multimonedas de la economía venezolana apenas empieza, debido a que esta dinámica ha encontrado sustento en un flujo de divisas que sigue llegando al país, y que en un entorno de sanciones internacionales tiene limitaciones importantes para ser colocado en el exterior.


Así Venezuela aterriza en 2020 con una mezcla de problemas viejos y nuevos, algunos de los cuales eran invisibles para el radar del venezolano hasta hace poco. A la persistencia de la hiperinflación y la devaluación, que hacen que el sistema bancario local sea cada vez menos relevante para transar o financiar operaciones en bolívares, hay que sumarle las trabas de la adaptación a un entorno multimonedas y multimedios de pago, entre las cuales consideramos:

  • Fricciones para dar vuelto o cambio en monedas distintas al bolívar, asociadas a la disponibilidad de billetes de baja denominación y monedas, y al estado de los billetes (rayados, rotos, arrugados).

  • Riesgo de falsificación de billetes.

  • Riesgo de manejar altos volúmenes de divisas en efectivo.

  • Desfase en el tipo de cambio USD/EUR en transacciones al por menor.

Ahora que tenemos nuevos problemas y necesidades ¿qué sigue?


Tal como explicaba Luke Skywalker en uno de los más recientes capítulos de la saga, la fuerza tiene un carácter dual, lo mismo pasa con los problemas generados en el entorno de los medios de pago en Venezuela: presentan riesgos y oportunidades por igual. De hecho, el análisis de experiencias de otros países indica que estas condiciones harían de Venezuela un mercado interesante para empresas relacionadas con el fintech y la tecnología blockchain, por lo que se ha señalado que el país podría ser un ejemplo típico de lo que Alexander Gerschenkron llamó “la ventaja del atraso”, es decir, Venezuela podría potencialmente pasar de tener un sistema financiero pequeño y restringido, a tener un sistema dinámico en el cual confluyan distintos tipos de agentes que permitan implementar soluciones financieras y bancarias de punta, para que las personas y las empresas transen y se financien usando la moneda que tengan al alcance.


Algunos de los actores que consideramos podrían estar en el horizonte del sistema bancario venezolano para facilitar las transacciones y el financiamiento de los agentes locales incluyen: proveedores de billeteras electrónicas con soporte para almacenar varias monedas, plataformas de intercambio de monedas y criptomonedas, proveedores de servicios de pagos en monedas distintas al bolívar, prestamistas y compañías privadas de custodia de valores.


Estos nuevos jugadores tendrán que enfrentar riesgos operativos que pueden no ser convencionales en otros entornos, ya que en Venezuela toda la infraestructura que permite la provisión de servicios básicos es vulnerable, por ejemplo, hay zonas del país que siguen padeciendo fallas del suministro eléctrico, lo que afectaría directamente su operatividad. Además, tendrán que hallar la manera de integrar las monedas y criptomonedas de circulación legal en Venezuela -el bolívar y el petro- ya que, aunque hemos sido testigos de cómo se ha flexibilizado de manera significativa el marco regulatorio para permitir que las divisas circulen libremente, prevemos que el gobierno seguirá esforzándose por masificar el uso de la criptomoneda nacional.


Sobre este punto, en el más reciente ensayo de masificación se inyectó a la economía un volumen importante de subsidios denominados en petros, pero no pudieron ser cambiados a bolívares. La mayoría de los petros terminó en las cuentas de un reducido número de comercios que lo aceptaban, por estar afiliados a la red de pago que soporta esta criptomoneda, demostrando que existen importantes fricciones a la hora de transar con petro, lo que dificulta su aceptación.


Para superar esto, y basándonos en declaraciones del gobierno, se espera que el uso de la criptomoneda se intensifique en la medida que sea demandada por empresas de ciertos sectores –portuario, aeroportuario, petrolero, entre otros– para pagar servicios gubernamentales, generando así un verdadero mercado para el petro. Alternativamente, las intervenciones del BCV en el mercado cambiario podrían incorporar otras monedas, como el rublo y el yuan, que son las monedas de los principales socios comerciales del país.


Esta transformación del sistema financiero no significa la desaparición de los integrantes tradicionales del mercado de transacciones. Recordemos cómo reaccionaron los reguladores y los bancos ante la aguda escasez de efectivo y cómo esto impactó a los proveedores de las billeteras electrónicas, por lo tanto no hay razón para esperar que -con toda su infraestructura y penetración de mercado- se queden de brazos cruzados si están conscientes de las necesidades actuales de sus clientes. Creemos que pueden intentar innovar de forma independiente, por lo que podríamos anticipar la proliferación de servicios bancarios en monedas distintas a las de circulación legal, e incluso podríamos ver alianzas con proveedores nuevos para ampliar el espectro de soluciones que hoy en día ofrecen a sus clientes.


Otro punto a considerar es la necesidad de anticiparse a las modificaciones regulatorias y contar con la suficiente flexibilidad para adaptarse de forma tal que no afecte la operatividad de los sistemas y los negocios. Normalmente la innovación y el cambio tecnológico preceden a la legislación, en Venezuela los proveedores no bancarios de puntos de venta empezaron a ser regulados a partir de 2018, y el proceso de solicitud de autorizaciones ante el BCV está por ejecutarse.


En cualquier caso y aunque es muy cambiante, en el panorama que se vislumbra de cara al futuro los ganadores de esta Guerra de las Monedas serán aquellos que consigan la fórmula financiera y de cumplimiento normativo para garantizar el funcionamiento de estos negocios en un entorno que puede llegar a ser tan hostil como el del planeta Tatooine: muy competitivo y que por naturaleza tiende a ser altamente regulado, tanto local como internacionalmente.


“Un misterio infinito la fuerza es. Mucho por aprender aún queda”

Maestro Yoda


Que la fuerza nos acompañe.


Econ. Sandy Gómez

Econ. José D. Acuña


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