¿Qué es la banca en la sombra? Es un término acuñado para definir el conjunto de entidades financieras, infraestructura y prácticas que sustentan operaciones financieras que ocurren fuera del alcance de los reguladores nacionales. En este grupo se incluyen fondos de pensiones, fondos del mercado monetario y empresas administradoras de activos (Asset Managers).
Estas instituciones han ganado importante participación de mercado en el segmento de crédito corporativo estadounidense. Su volumen de transacciones en el año 2013 era del orden de 142 millardos de dólares, y se espera cierre el 2023 en niveles de 850 millardos de dólares. Y están ocupando muy agresivamente el espacio de los bancos regionales que tienen problemas para mantener su oferta crediticia.
Aunque los bancos a la sombra hacen su tarea de evaluar los riesgos de sus potenciales clientes, y no están apalancados con depósitos del público, sus vinculaciones con el resto del sistema financiero, que incluye operaciones con otros bancos a la sombra y fondos de capital privado, abren la posibilidad de que se transformen en una fuente de transmisión de riesgo sistémico.
Uno de los grandes efectos no esperados de la crisis de confianza que están sufriendo los bancos regionales estadounidenses es la reducción en el corto y mediano plazo de la oferta crediticia que estas instituciones ofrecían.
En principio, tales bancos regionales atienden a un tejido empresarial en el que los grandes bancos no están interesados. La cercanía física y el conocimiento profundo de realidades económicas locales se supone les permite asignar recursos a través de sus portafolios de crédito con mayor eficiencia.
Lamentablemente, desde el comienzo de la subida de las tasas de interés estadounidense en marzo del 2022, estas instituciones han enfrentado grandes presiones, entre las que se cuentan la pérdida de depósitos de un público que busca la seguridad que ofrecen los grandes bancos comerciales que no sólo cuentan con mayor músculo financiero, sino también, con la percepción de que existe un compromiso implícito de rescatarles ante cualquier “accidente macroeconómico”.
Adicionalmente, los bancos regionales han sufrido un incremento en el costo de su financiamiento, al tener que subir las tasas que pagan por sus depósitos para evitar que sus clientes desvíen su dinero hacia los fondos mutuales de renta fija y otros vehículos similares.
Dichas presiones reducen la capacidad crediticia de los bancos regionales, permitiendo a otros actores el llenar el espacio comercial que hasta ahora han cubierto. Y entre ellos podemos identificar a la llamada banca en la sombra (Shadow Banking).
¿Qué es la banca en la sombra? Es un término acuñado para definir el conjunto de entidades financieras, infraestructura y prácticas que sustentan operaciones financieras que ocurren fuera del alcance de los reguladores nacionales. En este grupo se incluyen fondos de pensiones, fondos del mercado monetario y empresas administradoras de activos ( Asset Managers).
Entre sus principales diferencias con los bancos comerciales y universales es que no captan recursos del público a través de vehículos tradicionales como son las cuentas corrientes o depósitos a plazos. Lo que les exime de la supervisión de los reguladores bancarios.
Estas instituciones han ganado importante participación de mercado en el segmento de crédito corporativo privado estadounidense. Su volumen de transacciones en el año 2013 era del orden de 142 millardos de dólares, y se espera cierre el 2023 en niveles de 850 millardos de dólares. Entre los principales actores del sector encontramos a Apollo Global Management, Ares Management y Blackstone.
Si bien los bancos a la sombra ayudan a resolver un problema de oferta crediticia, lo hacen a un mayor costo para sus clientes que en el caso de los bancos comerciales, pudiendo elevarse los mismos hasta en trescientos puntos básicos (1 por ciento son 100 puntos básicos).
Aunque los bancos a la sombra hacen su tarea de evaluar los riesgos de sus potenciales clientes, y no están apalancados con depósitos del público, sus vinculaciones con el resto del sistema financiero, que incluye operaciones con otros bancos a la sombra y fondos de capital privado, abren la posibilidad de que se transformen en una fuente de transmisión de riesgo sistémico.
No es de extrañar entonces que Yanet Yellen, la Secretaria del Tesoro estadounidense haya comenzado un proceso de cabildeo en conjunto con el Fondo Monetario Internacional para lograr que estas instituciones califiquen como sistemáticamente importantes, lo que implicaría que caerían bajo la jurisdicción regulatoria de la Reserva Federal.
Mientras la crisis de confianza en los bancos regionales persista es poco probable que cambie el marco regulatorio para incluir a los bancos a la sombra de una manera más explícita en el ecosistema financiero estadounidense, ya que en el corto plazo es necesario que los antiguos clientes de los bancos regionales sigan teniendo acceso a una oferta crediticia oportuna, y discusiones sobre competencias regulatorias podrían entorpecer el flujo de recursos.
Sin embargo, pensar en la banca a la sombra como una especie de club privado aislado del resto del sistema financiero internacional es una posición un tanto ingenua. Si algo han mostrado la aparición de nuevos actores con potencial para crear y transmitir riesgo sistémico como es el caso de los criptobancos es que ninguna institución puede operar indefinidamente a la sombra.
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